Apoyándonos en las investigaciones con técnicas de
Resonancia Magnética funcional (RMf) llevadas a cabo por Brock Eide &
Eide Fernette, sabemos que el cerebro de una persona con
sobredotación actúa metabolizado de manera más intensa y difusa, además de
presentar una compleja coordinación entre diversas áreas del cerebro: visuales,
verbales, sensoriales y espaciales. Es decir, no sólo trabaja con mayor
intensidad, sino que además lo hace de manera más global, implicando múltiples
áreas ante la ejecución de una misma tarea. Existen además múltiples evidencias
de que niños y niñas con SDI una activación sensorial y un grado de
conciencia elevados, junto con una calidad del recuerdo más eficiente, el cual
es más duradero e intenso.
“Estos hallazgos suponen una serie de implicaciones a la
hora de enseñar a niños/as con SDI. En primer lugar, son niños/as que, debido a
la alta sensibilidad de su sistema nervioso, suelen aprender con menos
repeticiones y necesitan menos explicaciones en clase, pero es importante tener
presente que es posible que la alta sensibilidad esté presente sólo en una
modalidad sensorial (auditiva, visual o cinestésica) y no de forma transversal.
[…]
Además, en estos/as niños/as la tendencia a distraerse suele
ir acompañada de una gran capacidad para perseverar en la tarea, de manera que
aunque su atención parezca errática, siempre que vuelvan al trabajo y éste se
haga, no debería considerarse un impedimento; es más, hay evidencias de que
esta “distracción” es una de las bases de la creatividad. Sin embargo, cuando
la alta sensibilidad se traduce en problemas de aprendizaje, ya sea por
distracción debida a estímulos de tipo visual, auditivo, táctil, o de otro
tipo, entonces es un problema real que requiere evaluación y
tratamiento.” (Fte: The Multimodality of Gifted Thinkers and
Implications for Teaching – Brock Eide M.D. M.A. and Fernette Eide M.D.)
En otra línea de investigación iniciada por Tirapu &
cols. vienen a revisarse las evidencias que refuerzan la hipótesis de que el
sustrato neuronal de la inteligencia podría estar localizado en las regiones
frontales del cerebro, concretamente en el lóbulo prefrontal, donde reside
la base de las funciones ejecutivas superiores o mecanismos implicados en la
optimización de los procesos cognitivos para orientarlos hacia la resolución de
situaciones complejas o novedosas, así como la capacidad de toma de decisiones,
en íntima relación por tanto con la velocidad de emisión de una respuesta.
Asimismo, la revisión de los estudios llevada a cabo por Oberauer & cols.
parte de la consideración de la memoria de trabajo como el constructo
explicativo de la ejecución de las habilidades intelectuales, por lo que podría
considerarse como posible predictor de la habilidad de razonamiento e
inteligencia fluida (capacidad de pensar lógicamente y resolver problemas en
situaciones nuevas, independientes de los conocimientos adquiridos).
Se han hallado evidencias, a través de técnicas de
neuroimagen similar a la RMf, de la interrelación existente a nivel
neurobiológico entre memoria de trabajo e inteligencia fluida a través de una
red de conexión donde se se encuentran involucradas áreas de los lóbulos
frontales con otras de los lóbulos parietales, planteamiento defendido desde la
Teoría de Integración Parieto-Frontal de Richard Haier.
Otras teorías vienen a evidenciar un funcionamiento
diferencial a nivel de la denominada sustancia blanca, zona del cerebro donde
predominan las redes de conexión compuestas principalmente por axones (parte de
la neurona a través de la cual la célula nerviosa transmite información y se
comunica con otras neuronas adyacentes), y cuyo color está determinado por la
sustancia grasa que recubre dichos axones denominada mielina. La síntesis y
formación de esta sustancia también se produce de manera distinta en el cerebro
de personas con SDI, de tal forma que la velocidad de comunicación
interneuronal se produce de manera más rápida (lo cual no implica
necesariamente una mayor velocidad de respuesta motora, ante la cual se ven
implicados otro tipo de factores). Luders & cols. mostraron una correlación
significativa positiva entre el grosor del cuerpo calloso superior (zona
cerebral compuesta por vías nerviosas y que conecta ambos hemisferios
cerebrales) y las medidas de inteligencia, de tal forma que se queda reflejada
una mayor conexión o comunicación interhemisférica de la información, lo cual
afecta a la integración y procesamiento de la información de una forma más
eficiente y por tanto en íntima relación con el rendimiento intelectual y
creativo a nivel cerebral.
Finalmente, en cuanto a la infancia, también parece existir
un patrón de desarrollo cerebral diferencial con respecto a grupos de control.
Shaw & cols. a través de un diseño de investigación
longitudinal determinaron que el proceso de maduración del córtex muestra una
mayor plasticidad cerebral en niños y niñas con SDI, existiendo inicialmente
una correlación negativa entre inteligencia y espesor cortical en la primera
infancia y por contra, es mayor la extensión de sustancia blanca. Dicha correlación
a lo largo del desarrollo evolutivo del niño o de la niña se invierte,
especialmente en las regiones frontales, las cuales son las más tardías en
desarrollarse.
Se determinó además un mayor tiempo de desarrollo a nivel
cerebral con respecto al grupo de control, es decir, de su grupo de iguales de
edad cronológica.
Obviamente, todas estas diferencias en cuanto a un
funcionamiento diferencial a nivel neurobiológico, así como la consideración de
un tipo de desarrollo cerebral distinto, nos lleva a concluir que las personas
con altas capacidades intelectuales poseen mecanismos de aprendizaje diferente
con respecto a otras personas con un grado de inteligencia media, haciéndose
por tanto necesaria la adopción de medidas específicas de apoyo educativo
al desarrollo integral del alumnado con estas características, favoreciendo su
crecimiento en plenitud.