miércoles, 13 de diciembre de 2017

"MAMÁ, PAPÁ... EN EL COLE SE METEN CONMIGO"


El bullying o acoso escolar no es un tema novedoso. El hecho de que en la actualidad se hable
con mayor frecuencia de ello no implica que no se haya dado con anterioridad, como en
ocasiones se tiende a creer.
"Son cosas de niños" tiende a ser una frase con la que se pretende restar importancia al acoso
o en el peor de los casos, eximirse de la responsabilidad correspondiente.
Ciertamente, si lo que deseamos es erradicar en la medida de lo posible esta lacra, hemos de
analizar cada situación de manera individualizada para actuar en consecuencia. Sin embargo,
en todo caso, convendría comenzar por el principio, puesto que el primer paso debería ir
centrado en un análisis desde la base, que no es otra que revisar todo un sistema de creencias
en torno a cuestiones educativas de tipo social, partiendo de la base por tanto del grado de
responsabilidad que a cada persona nos corresponde.
¿Somos realmente conscientes de la importancia que tiene nuestra forma de entender la vida y
de actuar ante la misma, sobre la educación de nuestros/as hijos/as? Recordemos que no sólo
se educa con la palabra, sino también con el ejemplo.

Dediquemos un tiempo a analizar ciertas cuestiones relevantes que pueden tender a pasar
desapercibidas:
1. EDUCAR PARA LA AUTONOMÍA
Todas las personas necesitamos sentir que poseemos la autonomía suficiente para poder llevar
a cabo nuestra vida tomando nuestras propias decisiones e intentar desligarnos de la
dependencia de otras. Quizá es por ello que intentamos educar a nuestros/as hijos/as para que
puedan ser seres autónomos e independientes, lo cual no resulta en absoluto negativo (más
bien al contrario). Cuando nos empiezan a decir "déjame que lo haga yo solito/a", el hecho
de que les permitamos hacerlo supone mucho más que el hecho de respetar una decisión
suya, con ello les estamos mostrando que confiamos en sus posibilidades. Cuando observa-
mos una reticencia a que desarrolle una habilidad para la que sabemos que está preparado/a,
incluso es conveniente que le alentemos (que no obligar) a probar a actuar y que no se
retraiga simplemente porque tenga miedo a probar algo nuevo.
Sin embargo, no nos confundamos: hay numerosas ocasiones en las que nos necesitan, de la
misma forma que nosotros/as mismos/as seguiremos necesitando en la vida adulta el apoyo
de aquellas personas importantes en nuestra vida. Educar en la autonomía por lo tanto, no
tiene nada que ver con dejarles solos/as cuando más nos necesitan, como es el caso de la
gestión emocional o ser su apoyo cuando necesitan de nuestra atención y sentirse escuchado
/as porque tienen un problema. Una cosa sería por tanto dejarles probar y hacer "ellos/as
solos/as" en aquellos casos en los que es un paso necesario para su autonomía personal y
otra cosa muy diferente "dejarles solos/as".
Por lo tanto, si un/a niño/a se siente mal porque percibe que alguien de su clase no se está
portando bien con él o con ella, debemos estar ahí para escuchar atentamente, de manera
empática, sin juzgar y por qué no, consultándole primero en el caso en que consideremos
pertinente nuestra intervención de alguna forma. Si deseamos que confíe en su familia, es
ésta quien le ha de hacer notar que puede confiar y que va a ser respetado/a en sus
sentimientos.
2. ENSEÑAR A RELATIVIZAR
Es importante que desde la familia no se haga un mundo, ni convertir en un drama todos
aquellos problemas que acontecen. Deberíamos saber priorizar entre aquellas cuestiones con
solución sencilla y en consecuencia aplicarla, mostrando por tanto la importancia de actuar y
no permanecer en la pasividad. También es necesario llegar a entender que hay ciertas
preocupaciones que se minimizan, e incluso dejan de serlo, cuando se comparten con las
personas adecuadas. Y por supuesto, aprender a aceptar que no todo en la vida depende de
nuestra actuación al existir muchos más factores implicados en la posible solución a un
problema, sin olvidarnos que no siempre tenemos la razón y que un mismo fenómeno puede
llegar a ser percibido de distintas formas, tantas como personas que lo estén observando.
Eso es aprender a relativizar.
En cambio, no le quitemos importancia a sus problemas pensando que así aprenderá a
relativizar las cosas. Hay problemas en la vida que sí importan, especialmente cuando
pueden estar causando o llegar a causar daño moral, y utilizar el recurso en ese caso de
llegar a decirles "eso no tiene tanta importancia", puede llegar o bien a que aprenda a adop-
tar una postura sumisa de indefensión, o bien a dejar de considerarnos las personas adecua-
das a las que acudir cuando tenga un problema.
3. MEDIR NUESTRA PROPIA ESCALA DE VALORES
En nuestra cultura tendemos a utilizar el sentido del humor como recurso útil y necesario
para afrontar determinados problemas o para enfrentar nuestros propios miedos (muchos de
ellos generados por desconocimiento de la otra parte). Es por ello que cuando aprendemos a
ironizar y a reírnos de nuestra situación, todo acaba resultando mucho más llevadero.
Cuidado sin embargo cuando la ironía se convierte en burla. Una cosa es que sepamos
reírnos de nosotros/as mismos/as y otra muy diferente hacerlo de los demás: el sentido del
humor deja de cumplir esa función sana y necesaria cuando de un chiste no nos reímos todos
y todas. Cuando una persona adulta ironiza acerca de cómo es otra (gordura, delgadez, según
cómo vista o el peinado que lleve, si tiende a la distracción, etc), sin importarle si eso afecta
o no a la persona implicada, y además lo hace en público (incluso delante de niños(as)
intentando provocar la risa en el personal, el mensaje que se está transmitiendo es el de que
están permitidas las faltas de respeto siempre y cuando luego podamos escudarnos en el
sentido del humor, acogiéndonos a "tan sólo era una broma, no te lo tomes a mal".
No debemos olvidar por último un aspecto de suma importancia a tener en cuenta: el uso y
la expresión de la violencia. Está tan socialmente aceptada que no se penaliza el utilizarla
como recurso válido para solventar ciertos problemas, al contrario se admite y justifica su
uso, alegando que forma parte del propio ser. No nos llevemos a engaño: los seres humanos
nacemos con emociones básicas, como la ira, la cual puede llegar a resultar desmesurada
incluso dependiendo de diversos factores, pero distingamos entre el sentimiento y el acto.
Sentir ira es humano, actuar con violencia es el resultado del aprendizaje.

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